Para terminar este curso nos adentramos en un proyecto complejo.
Como Magdala este proyecto se emplaza en Israel, más concretamente en Jerusalén.
Es precisamente en su emplazamiento donde se encuentra la complejidad, no por el lugar en si sino por la situación social-religioso que se encuentra en él (conflicto palestino israelí).
A esto hay que añadirle un desarrollo de programa también complejo.
La arquitectura siempre debe proponer y debe pretender solucionar problemas, hacer la vida más fácil a las personas. Esto es lo que se pretende en este ambiente tan hostil, con tanta rivalidad entre las personas.
Nuestro objetivo es dar forma a un lugar en el que las distintas culturas que viven en Jerusalén puedan relacionarse.
Lo que debemos proyectar es lo que hemos llamado un Centro Intercultural por la Paz (CIP) en el que se produzcan una serie de actividades que promuevan esas relaciones.
Las actividades que se han barajado que favorecen un intercambio son deporte, música, lectura, talleres, comedor. No tienen porqué estar todas, lo que sí se hace necesario es espacio público, un lugar que de posibilidad a que sucedan situaciones espontaneas.
Es un proyecto ambicioso que de por sí no va a solucionar los problemas del lugar, pero aspira a ser un granito que ayude a ello.
Tiene que ser un lugar de reunión para aquellos que quieren la paz,
algo que hoy día no existe.
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